martes, 2 de enero de 2018

Tan sólo amor 30°- Final- Gaby Ruiz



“When I fall in love, it will be forever
or I'll never fall in love”

Marcos estaba parado en el altar.  Un lugar que pensó jamás ocuparía porque sentía que el amor se había olvidado de él. Ahora no lo pensaba más, porque estaba profundamente enamorado y había entregado completamente su corazón.  

Era extraño.  Él siempre había creído en el amor y cuando lo había sentido, lo había reconocido de inmediato.  Pero su amada, no.  Se había resistido y él había luchado para conseguir a Mía, la mujer que amaría el resto de sus días.
Lo gracioso de la situación era que él hombre que le servía de padrino de bodas había propiciado su encuentro. De alguna manera, la boda de Aidan y Eliane había sido el desencadenante de los sucesos más maravillosos de su vida.  Le habían roto el corazón, pero así mismo, se lo habían reparado con las más hermosas palabras: Te amo.

Él hizo un breve mohín involuntario recordando lo que había costado conseguir que su Mía se las dijera y las creyera posibles.  Se había preguntado cientos de veces ¿por qué le había pasado a él? ¿Amar a quien no te ama? ¿Qué tenía él de malo? Pero la respuesta fue contundente: debía ser paciente y esforzarse por alcanzar la felicidad. Merecía la pena si podía sentirse así para siempre.
Nunca había sido un hombre común y sin duda, su historia de amor se había correspondido perfectamente a eso.  Él había deseado enamorarse y lo había conseguido. Había deseado una mujer a la que amar y la tenía. Ahora lo entendía, todo tenía sentido junto a ella.
Mía. Si hubiera imaginado que en menos de dos años él estaría en el lugar que estaba, en el altar a punto de casarse por un gran amor, no lo habría creído posible. Pero lo era. Lo imposible era posible, solo por Mía.
No tenía que esperar más.  Había llegado el momento. Al verla caminar hacia el altar, supo que esto era lo que había esperado. Tan solo amor. Y qué bien se sentía.
***
“When I give my heart, it will be completely
 or I'll never give my heart”

Mía caminó por el pasillo, sintiendo como el corazón se desbocaba con cada paso que daba.  Más cerca de la gloria, del amor y de la felicidad.  No se suponía que debía ser así, no de nuevo ni con más intensidad.  Habían sido años lamentándose, pensando que el tiempo curaría heridas que jamás sanarían y que no podrían ser causadas de nuevo. Se  equivocaba, totalmente.  El tiempo no curaba heridas, el amor sí.
Bueno, hasta hace unos meses, ella se habría reído de esa conclusión, o al menos, habría asegurado que con ella no funcionaría y ese era el fin de la historia.  Pero seguía equivocada.  ¡Oh sí! Cuan equivocada estaba.
Todo era culpa de su hermana, su vida había dado el giro más grande y sorprendente por el hecho de asistir a esa boda.  Marcos… Ahí lo había visto por primera vez, en el altar, parado con expresión ausente, totalmente diferente a la enorme sonrisa que iluminaba su rostro ahora. Contuvo el aliento ¡Cómo estaba tentada de correr a sus brazos! Lo amaba demasiado, más de lo que la razón creía posible y le concedía; pero ella no era quien para discutir con el amor y su lógica, eso había aprendido en esos meses al intentar renunciar a Marcos. Pero no lo logró, y Dios, como daba gracias por eso. 
Ese era el lugar donde debía estar, en la boda de sus sueños, camino al altar junto al hombre que amaba. Aquel que había hecho que lo imposible fuera nada y se había burlado de su convicción de no poder amar nunca más. Había pagado indiferencia con amor, incredulidad con más amor y amor con incondicional amor… solo él.
Era su boda. Era su vida y este era el final feliz que merecía ese capítulo para iniciar uno nuevo, en el que Marcos no estaría ausente ni un solo día. ¿Podía pedir más?
***
“At the moment, I can feel that. You feel the same way too
Is when I fall in love with you

Mía fue entregada por su padre, quien le dio un beso en la mejilla y la dejó junto a Marcos, en el altar. Los dos sonrieron, mientras él tomó su mano y la besó.  Mía suspiró, perdiéndose en las profundidades azules que se iluminaban con amor al contemplarla a su lado.
Sus votos fueron espontáneos, o al menos así lo sintieron ellos y eso era lo importante. Ni siquiera notaban que los rodeaban su familia y amigos, en ese instante, solo existían los dos, prometiéndose amor para toda la vida. Para siempre.
Marcos la besó con ternura, con todo el amor que sentía rebosar en su corazón y la felicidad que transmitían sus brazos, al estrecharla contra él.  Poco le importaban los aplausos, miradas o risitas… era su boda, su esposa y su vida.  La nueva vida que construirían juntos.
Mientras bailaban su primer vals como esposos, Mía no pudo dejar de sonreír mientras recorría con sus ojos grises el rostro de su esposo.  Marcos era perfecto y era solo suyo.  Lo sería para toda la vida, porque ella no sería capaz de dejarlo jamás.  Y, aunque eso debería aterrarla, hacía que se sintiera aún más segura de lo que había decidido y el momento que estaba atravesando en su vida.
– ¡Felicidades, Marcos! –Danaé lo abrazaba con una enorme sonrisa reflejada en sus ojos dorados– estoy tan feliz por ti, finalmente encontraste lo que buscabas.
– Lo sé. ¿No soy el hombre más afortunado del planeta? –Marcos miró a través del salón, hacia Mía que estaba con su familia– nunca pensé que la encontraría, realmente lo deseaba pero no lo creía posible.
– Todo es posible –Danaé soltó con ojos brillantes de emoción– todo, Marcos.
– Sin duda alguna –él le pasó un brazo por los hombros– ¿sigues igual o más enamorada? –rió cuando ella puso los ojos en blanco.
– ¿Tú qué piensas? –señaló con sarcasmo.
  Que Alex tiene mucha suerte –contestó Marcos y se ganó un beso de Danaé.
– Aquí te lo dejo –Danaé le sonrió a Mía– felicidades Mía, les deseo todo el amor del mundo.
– Toda la felicidad, cariño –corrigió Alex con una sonrisa llegando junto a Danaé.
– No, todo el amor porque él les traerá felicidad, Alex.
– Gracias por sus buenos deseos, a los dos –Marcos rió pasando su brazo por la cintura de Mía– quiero bailar una vez más con mi esposa.
– Pero ya bailamos, Marcos –se quejó Mía en broma.
  Lo sé, pero me encanta tenerte en mis brazos –contestó él en su oído y la llevó hasta el centro del salón.
– Todos nos están mirando –Mía suspiró– nunca podré acostumbrarme.
– Es nuestra boda, es lógico que nos miren –rió él– en adelante, no será más así.
– Estás en un error, siempre será así –ella se encogió de hombros, con resignación.
– ¿Por qué lo dices? ¿Piensas postularte para algún cargo público o qué? –se burló.
– No, pero a tu lado Marcos, es imposible que no sea el centro de atención.  Tú eres un imán de atención. Muy atractivo.
– ¿Te parece que soy atractivo? –sonrió Marcos complacido.
– Extremadamente –Mía asintió– e irresistible.
– Me alegra que lo veas así, no quiero que mires a nadie más mientras estés conmigo.
– ¿Eres celoso? –Mía sonrió traviesa– no tienes por qué, contigo a mi lado, los demás desaparecen.
– ¿No te dije yo alguna vez algo parecido a eso? –Marcos ladeó su cabeza.
– Probablemente, pero lo citaba porque lo siento igual.
– ¿Ahora lo ves? –él sonrió– me amabas aún antes de saberlo.
Mía no tenía como rebatirle ese argumento e hizo lo único que podía hacer. Lo besó.



Epílogo
Primera fiesta familiar
El bullicio alrededor era increíblemente fuerte y, sin embargo, se distinguían voces que sobresalían unas de otras. Marcos miró alrededor y supo a lo que Mía se refería. Sí, él tenía una “familia” relativamente grande, pero esto… esto era un concepto totalmente nuevo.
Algo agobiado, miró a su alrededor una vez más, intentando recordar rostros, nombres, ¿parentesco?
Sintió la mano de Mía sobre su brazo y una ligera sonrisa de burla curvó sus labios. Marcos hizo un mohín pero no pudo evitar sonreírle. Su esposa era hermosa y él, seguía siendo el hombre más afortunado del mundo.
– Te dije que era una locura –Mía le susurró, acercándose– ¿qué opinas ahora?
– ¿La verdad? –Marcos la miró cómplice– creo que me gusta, quiero una familia grande.
– ¿Qué tú qué? –exclamó con sorpresa y un par de miradas se posaron sobre ella– lo siento –susurró, haciendo un gesto con las manos para que continuaran con sus respectivas conversaciones.
– Estaba bromeando –le tranquilizó divertido– aún tenemos mucho tiempo…
– Sí y quiero disfrutarte antes de tener que compartirte –soltó Mía con descaro– ¿lo entiendes, verdad?
– Hazlo, no me quejaría –pasó su brazo por la cintura de Mía y la atrajo hacia él. Cuando estaba a punto de besarla, escuchó un incómodo carraspeo– ¿Es en serio? –elevó sus ojos azules y se encontró con Eliane, la hermana de Mía y su esposo Aidan.
– Muy en serio –Eliane, a quien todos llamaban Lia le besó en la mejilla– ¿aun de luna de miel, cierto?
– ¿Acaso debe terminarse? –Marcos inquirió con fingida sorpresa– y yo que planeaba estar toda la vida de luna de miel.
Mía le codeó ligeramente en el costado, porque sentía que se sonrojaba por la mirada que le dirigió Marcos. Aidan se limitó a mirar a otro lado mientras Eliane reía divertida.
– ¿No son lindos? –comentó, a nadie en particular y miró hacia Aidan– ¿qué sucede? –preguntó, porque le había tirado con fuerza de la mano.
– De nuevo –murmuró contrariado Aidan y Eliane notó como un trozo de pastel caía muy cerca de él.
– Esto es sospechosamente parecido al año anterior –rió Eliane y se concentró en Marcos y Mía nuevamente– es que a Aidan, el año pasado… ¡Aidan! –gritó cuando él la atrajo hacia él– ¿qué sucede…?
No pudo terminar la frase pues un pastelito pasó muy cerca de su cabeza. Habían comenzado temprano. Cada año más niños… cada año más caos.
– ¿Sigues pensando que una familia grande es buena idea? –Eliane miró hacia Aidan y él se encogió de hombros mientras asentía divertido– ¿realmente?
– No siempre será así… –intentó justificar con la ceja arqueada y de inmediato soltó una carcajada– bueno, no tan grande tampoco…
– Menos mal… –Lia giró hacia su hermana– ¿puedes creer que es el segundo año que venimos y continúa queriendo una familia grande?
– No lo digas –Mía asintió con espanto– Marcos me ha dicho lo mismo.
– ¿Qué les sucede a ustedes? –Lia los miró alternativamente, entrecerrando los ojos– ¿acaso es una especie de competencia?
– Debería serlo –Marcos bromeó pero su rostro parecía meditarlo– realmente…
– ¿Una competencia? –Aidan preguntó incrédulo– ¿sobre qué? ¿Cuántos hijos?
– No, no le des ideas a un hombre –Mía se lamentó algo tarde– menos a un par de hombres que aman competir –regañó a Eliane.
– ¿También eres competitivo, Marcos? –Lia interrogó pero de inmediato negó– claro, debes serlo. Socio de Aidan y su amigo… ¿qué lío he sugerido?
Los cuatro rieron divertidos mientras paseaban con rumbo al lago cercano al lugar que habían elegido esta vez para la reunión familiar anual de Mía y Eliane… y toda su familia. Completa.
– ¿Siempre es así? –Marcos interrogó con mirada suplicante hacia Aidan, que ya el año pasado lo había vivido por primera vez. Él asintió una vez, con gravedad. Marcos sintió un escalofrío.
– Los hombres pueden ser unos verdaderos niños –Mía puso en blanco los ojos– ¿te dije que estaríamos a mano cuando vinieras a una fiesta familiar, verdad amor?
– Sí, lo recuerdo bien –Marcos suspiró y Mía rió junto con su hermana– pensé que quizás exagerabas al decir que eran una familia grande… veo que fuiste bastante reservada, en realidad.
– Intenté advertirte –Mía se encogió de hombros– ¿entiendes ahora por qué la boda en Italia fue la mejor idea?
Marcos asintió, recordando su boda celebrada ese mismo año. Había sido increíble y aún soñaba con el momento en que Mía se dirigía hacia él a través del pasillo de la iglesia. Fue un día inolvidable.
– Te amo, Mía –Marcos pronunció con sus ojos azules emocionados, contemplando como los ojos grises de su esposa se dirigían a él rápidamente y le regalaba una larga mirada llena de dulzura.
– Marcos… –Mía se puso se puntillas y lo besó suavemente– también te amo.
Discretamente, Aidan y Eliane se adelantaron tomando un camino diferente al que transitaban Mía y Marcos. Ellos también necesitaban su tiempo a solas, como la pareja enamorada que aún formaban.
– Este lugar es hermoso –comentó Marcos mirando los árboles a su alrededor– me recuerdan a nuestra boda. Celebrar la recepción al aire libre fue una gran idea.
– Nuestra boda… –Mía suspiró con ensoñación– no quería que terminara… fue maravillosa.
– No habría imaginado que te encantaba organizar bodas –soltó pensativo Marcos.
– De hecho, no. Solo nuestra boda. Nuestra –remarcó con alegría.
– Mi preciosa Mía –él la abrazó sonriendo– ¿sabes que cada día te amo más?
– ¿Sí? ¿Es posible? –Mía se mordió el labio y sonrió– ¿sabes que me gustaría hacer?
– ¿Qué te gustaría, amor? –inquirió Marcos estrechándola contra sí aún más. Mía apoyó su cabeza en el pecho de él.
– Viajar… quiero viajar contigo –habló con emoción y giró– ¿es uno de tus pasatiempos, después de todo, verdad?
Él rió, recordando los viajes que había hecho para encontrar a Mía una y otra vez. Asintió, encantado con la perspectiva.
– ¿Algún lugar en especial, Mía? –susurró Marcos en su oído.
– Sí, a las estrellas –soltó con suavidad, antes de girarse y besarlo largamente– contigo iría hasta el fin del mundo.
– Puede arreglarse –contestó Marcos con seguridad y Mía rió, sabiendo que si él lo decía, seguramente lo haría. Marcos podía hacerlo todo.
– Te amo… –Mía pasó el dorso de la mano por la mejilla de Marcos y lo besó– te amo tanto… –deslizó sus dedos por los cabellos de él y rió– nunca pensé que podría amar tanto a alguien… –colocó las manos en torno a la cintura de él y elevó sus ojos grises hacia el rostro de Marcos– te amo –repitió.
– A las estrellas… –susurró Marcos contra sus labios– y mucho más allá.
Una hora más tarde, la comida había sido servida y mientras Aidan y Marcos conversaban de negocios, Eliane y Mía platicaban sobre sus respectivas vidas y los cambios que había supuesto el contraer matrimonio.
– Sí, vamos a esperar –confirmó Mía a su hermana mayor– yo quiero tener a Marcos para mí y queremos viajar…
– Viajar… –Eliane sonrió– Aidan ha estado intentando convencerme de viajar con él para no separarnos pero no me decido a dejar mi trabajo.
– Bueno, yo no tengo trabajo que dejar –Mía se encogió de hombros riendo– jamás pensé que me encantaría estar desocupada.
– Es que estás enamorada. Eso lo cambia todo –aseguró Eliane– pero en mi caso, tampoco creo que trabaje mucho tiempo más.
– ¿Piensas aceptar la propuesta de Aidan?
– No, pero quiero estar con mis bebés en casa –aseveró– no me imagino cediendo su cuidado a nadie más.
– ¿Tus bebés? –Mía abrió la boca con sorpresa y Eliane asintió– ¿estás embarazada?
– Sí –su sonrisa fue radiante– y creo que serán gemelos.
– ¡¡Lia!! –la abrazó con alegría– ¡felicidades!
– Gracias hermanita –Eliane la estrechó con ternura– me alegra verte tan feliz.
– Todo fue gracias a ti y Aidan –Mía giró hacia su esposo, que se encontraba a escasa distancia– por ustedes lo encontré.
– Se encontraron –Eliane asintió emocionada.
Mía esperó hasta que Marcos ladeó su rostro y al encontrar sus ojos le sonrió. Esa sonrisa. Nunca se cansaría de la sonrisa de su esposo.

Segunda fiesta familiar
3 años después
Mía abrazó largamente a su madre y a su padre. Los había extrañado mucho, a pesar de que recientemente habían estado de visita en Italia. Les preguntó por sus hermanos y escuchó un poco de la vida de cada uno de ellos. Estaba ansiosa por encontrarlos, sobre todo a Eliane. ¡Moría por ver a sus sobrinos!
Sintió la firmeza de la mano de su esposo en la cintura y clavó sus ojos grises en él. No la estaba mirando, lo que ya no era nuevo. Últimamente, Marcos parecía estar en su propio mundo… con su pequeña hija. Frunció el ceño levemente, ella parecía haber quedado fuera mientras él tenía a su “nueva” Mía.
– No te pongas celosa, Mía –la voz risueña de su esposo interrumpió sus pensamientos– aún eres mi primer amor.
– No estoy celosa –Mía cruzó sus brazos pero un suspiro le restó el efecto de severidad– siento que son solo los dos… y a mí me han dejado de lado.
– Mi amor… –Marcos le sonrió divertido y besó sus labios, hasta que la pequeña se removió en sus brazos– creo que tiene hambre.
– ¿Me extrañaría eso teniéndote a ti como padre? –ironizó Mía y extendió los brazos– iré a alimentarla. ¿Vienes?
– Siempre –él la siguió, entregándole a la niña con reticencia que no le pasó desapercibida a Mía. Bufó por lo bajo– ¿estás enfadada Mía?
– No, solo que… –suspiró nuevamente– tengo miedo.
– ¿Miedo? –los ojos azules de Marcos se tiñeron de seriedad– ¿por qué? ¿Pasó algo?
– Siento que estás lejos de mí… no me gusta esa sensación –frunció los labios.
– Lo siento cariño –él le besó en la sien– creo que me emocioné con esto de ser padre. Nunca pretendí descuidarte.
– Sé que es una locura –Mía inspiró hondo– no quiero que creas que no amo a nuestra pequeña, porque realmente la amo demasiado y…
– Jamás creería nada así –la tranquilizó dirigiéndole una mirada cargada de ternura– sé que nos amas mucho.
– Si, lo hago –Mía suspiró aliviada– no sabía cómo decírtelo. Pero ya está.
– Siempre puedes decirme lo que sea, Mía. Había notado que algo iba mal pero no te abrías a mí…
– Lo lamento, a veces olvido que eres tú –Mía recorrió el rostro de su esposo con sus ojos grises llenos de amor– eres perfecto.
– No, no lo arruines –suplicó Marcos poniendo en blanco los ojos. Mía rió.
Después de alimentarla, la pequeña Mía se durmió profundamente mientras sus padres la miraban con adoración. Era preciosa, muy parecida a su madre con idénticos ojos grises y cabello castaño como su padre.
– Es perfecta –Mía deslizó su dedo por la mejilla de la pequeña bebé.
– Se parece a ti –susurró Marcos en su oído, abrazándola por detrás. Mía apoyó la cabeza en su pecho y sonrió– creo que la próxima vez.
– ¿La próxima vez? –preguntó sin entender.
– Nuestro próximo bebé podría ser un niño y tú te encariñarías con él, dejándome de lado a mí –aclaró. Mía asintió riendo.
– Podría ser –dijo en voz baja. Realmente no lo había pensado y ni siquiera le importaban los niños que vendrían. Porque sabía que serían muchos, pero lo realmente importante era el hombre que la tenía en brazos y la bebé que dormía en la cuna. Su familia. Era todo lo que necesitaba. Y así era feliz.
Marcos y Mía dejaron recostada a su hija y se dirigieron a saludar con el resto de la familia de Mía. Finalmente, encontraron a Aidan y Eliane que también asistían ese año.
– ¡Mía! –Eliane abrazó a su hermana con alegría– ¿cómo estás? ¿Dónde está mi pequeña sobrina? ¡No puedo creer que aún no la conozca!
– Está dormida, pero la conocerás –Mía sonrió– es preciosa.
– No lo dudo –Eliane giró hacia su esposo, que mantenía la mandíbula apretada– está agobiado por el caos, aún no puede acostumbrarse –señaló, tomando la mano de Aidan y él le dio un apretón.
– Cualquiera imaginaría que con gemelos, ustedes estarían más que acostumbrados al caos y el ruido –bromeó Mía.
– ¡Los gemelos! –Eliane amplió la sonrisa aunque negó levemente– 2 años y parecen terremotos que lo destruyen todo a su paso. Aidan ha prohibido que visitemos su departamento hasta que los niños crezcan –se encogió de hombros– aunque no sé de qué se queja, con una mirada suya los niños se calman.
– ¿Es eso cierto? –Mía interrogó a su cuñado y Aidan asintió con suficiencia– no deberías ser muy severo con Aidan y Damon.
– Alguien tiene que serlo –aseguró Aidan y suspiró– tu hermana no puede, con una mirada de los ojos grises de Damon y se derrite.
– ¡Sé a qué te refieres! –confirmó Mía con cansancio– Marcos no puede dejar de mirar a Mía y consentirla.
– Sí, no entienden lo importante que es la disciplina desde pequeños –dijo Aidan y Mía asintió. Tanto Eliane como Marcos pusieron en blanco los ojos.
– No es mi culpa que Damon tenga tus ojos, Aidan –torció el gesto Eliane– y sabe usarlos muy bien.
– ¿Tan pequeño y ya te manipula, Lia? –Marcos interrogó divertido.
– Mía es aún más pequeña y te tiene comiendo de la palma de su mano, cuñado –replicó Eliane y él se encogió de hombros, asintiendo varias veces.
– No voy a negarlo, mi pequeña Mía es increíble –Marcos habló con suavidad. Mía bufó y él la miró ceñudo– ¡deja de hacer eso!
Mía rió. Eliane y Aidan intercambiaron miradas de extrañeza pero no dijeron nada.
– ¡Ah! ¿Entonces hemos ganado, verdad? –recordó Aidan y los 3 lo miraron con curiosidad– lo de las familias. Nosotros somos 4 y ustedes 3.
– ¡Cierto! La apuesta… –Eliane rió divertida– ¿hablas en serio Aidan?
– Muy en serio –confirmó él, con un brillo travieso en su mirada.
– No, aún no termina –Mía negó– pensamos tener más hijos.
– ¿Mía? –Marcos interrogó sorprendido por el espíritu competitivo de su esposa pero ella lo ignoró.
– Además, ustedes tuvieron gemelos al primer intento… deben darnos oportunidad a nosotros –Mía sonrió, como si apenas se escuchara– no puedo creer que esté diciendo esto… pero Marcos y yo podríamos tener gemelos también.
– Quizás sería una buena idea –Marcos soltó pensativo– así tú tendrías a uno de los bebés y yo a otro y no discutiríamos más.
– ¿Discuten por tener a su bebé? –Eliane los miró con curiosidad– bueno… quizás si sea porque tenemos gemelos pero nosotros no hemos discutido sobre eso.
– Es que Marcos y Mía son bastante extraños –comentó Aidan pensativo y Eliane le echó una mirada de regaño– lo siento, pero…
– No importa –Marcos se encogió de hombros divertido– así somos felices.
– Sí que lo somos –confirmó Mía abrazándose a él– absolutamente felices.
**Italia**
3 años después
Mía se acurrucó en el sofá sosteniendo el libro en su regazo. Era de sus libros favoritos pero no lograba disipar su estado de ánimo. Suspiró y lo cerró, a punto de rendirse.
No, quizás un capítulo más ayudaría. Además, observó el reloj, faltaba poco más de una  hora para que Mía terminara con su tutora. Volvió a suspirar, localizó el fragmento que había estado leyendo y continuó.
Dos minutos después, elevó sus ojos grises hacia la ventana. El rosal que había cuidado florecía muy cerca y se le antojó ir a verlo. Quizás si…
Sus pensamientos se detuvieron al instante. Escuchó atentamente como la puerta del estudio volvía a cerrarse y volvió su rostro de inmediato.
– ¡Marcos! –Mía se levantó, arrojó el libro a un lado y corrió a los brazos de su esposo– mi amor, estás aquí.
– Mi amada esposa –Marcos sonrió, sintiendo los cálidos besos de Mía sobre su rostro– me hacías tanta falta.
– ¡Te extrañé tanto, Marcos! –Mía lo estrechó firmemente, suspirando contra su pecho– ¡Dios, cuanto te extrañé!
– Me encanta encontrar este tipo de bienvenida –dijo besándole largamente en los labios– te amo tanto Mía.
– ¡Demasiado tiempo! No quiero te vayas de nuevo, Marcos –se quejó Mía negando con fuerza– no sin mí.
– Una semana Mía –señaló divertido Marcos, aunque a él también se le había hecho eterno el paso del tiempo– pensé que habíamos acordado que Mía no podía quedarse sola y que tú…
– Lo sé –Mía habló derrotada– me encanta estar con nuestra hija pero no me gusta estar sin ti. Marcos… –él le dedicó una mirada dulce– ¿me extrañaste?
– Más de lo que puedo expresar –aseguró sosteniéndola con firmeza en sus brazos– mucho, mucho más de lo que puedes llegar a imaginarte.
– Entonces… ¿no miraste a otras mujeres?
– ¡Mía! –Marcos regañó incrédulo y ella elevó sus ojos grises con culpabilidad– estás bromeando ¿verdad?
– Quizás… –Mía hizo aquel gesto que a Marcos le daba escalofríos de solo mirar– es que no te quiero lejos.
– Prometo no irme tanto tiempo de nuevo –asintió con solemnidad.
– Marcos… –se apoyó en el pecho de su marido y escuchó los rítmicos latidos de su corazón. Dejó salir el aire lentamente.
– Aún late por ti, Mía –habló Marcos en voz baja. Mía sintió que una emoción intensa le atenazaba el corazón y le formaba un nudo en la garganta que le impedía hablar– solo por ti.
– Sí… –carraspeó y sintió como Marcos atrapaba con suavidad una lágrima que se deslizaba por su mejilla– mis lágrimas parecen tener vida propia cuando estás conmigo.
– ¿Por qué dices eso mi amor? –inquirió con curiosidad.
– Cuando te conocí… no recuerdo hacía cuanto tiempo no había llorado. Con nadie cercano, mucho menos con alguien que apenas conocía. Pero tú… contigo… siempre fuiste tú –Mía se aferró al cuello de Marcos– todo el tiempo, solo tú.
– Me alegra escuchar eso –comentó en voz baja Marcos– también temo perderte… cuando te alejas o te encierras en ti misma, temo que vuelvas a ser aquella joven cambiante que se resistía a soñar y amar.
– No, no podría –Mía negó con vehemencia– desde que te conocí, no he podido hacer otra cosa que soñar, desear y amar.
– No llores más, mi vida –le besó el rostro lentamente, secando con sus labios las lágrimas que Mía tenía– ¿estás triste porque volví?
– Al contrario. Aliviada. Y agradecida. Feliz… más que feliz.
– ¿Sí? –Marcos sonrió travieso– ¿me lo demuestras?
– Sí, claro que sí –Mía sintió que él la tomaba en sus brazos y rió encantada– pero antes… –miró al suelo y le pidió con la mirada que la bajara. Marcos gruñó algo pero obedeció– tengo algo que decirte.
– Tiene que ser algo sumamente importante si me has interrumpido –se cruzó de brazos y Mía volvió a reír. Parecía increíble que Marcos se comportara de manera infantil, pero a veces lo hacía.
– Lo es. O, al menos, creo que lo será. Ya lo estoy reconsiderando… seguramente toda tu atención se disipará.
– Me has intrigado. ¿Qué es lo que quieres decirme?
– Estoy embarazada, Marcos –anunció Mía y él la miró con sorpresa y a continuación la volvió a tomar en sus brazos– ¡Marcos!
– Mi amor, esa es la mejor noticia del mundo.
– Exagerado –rió Mía sintiendo como su esposo la besaba con inusitada ternura– y no es todo…
– ¿No? ¿Hay más? –preguntó con incredulidad y felicidad.
– Sí. Vamos a tener 2 bebés.
– ¿2 bebés? –Marcos la miró lentamente– ¿esperas gemelos?
– ¡Sí! ¡Tendremos gemelos, Marcos! –Mía acomodó su cabeza en el pecho de él, que empezó a caminar con ella en sus brazos– ¿a dónde vamos?
– A celebrar, por supuesto –la miró con amor, pasión y cariño– Mía aún tardará con la tutora y tú me has extrañado.
– Te he extrañado mucho. Demasiado, en realidad –aclaró– por si cuenta.
– Cuenta –acordó Marcos y la llevó hasta su habitación.
Había extrañado su casa, a su familia y a su país. Sobre todo, había extrañado a su pequeña hija y a su esposa.
Pero, en ese instante, en lo único que podía pensar era en Mía. Su Mía. Su amada esposa Mía en sus brazos. Ella le había dado todo. El significado de la felicidad se encerraba en Mía. Y sería papá de nuevo.
¿Por qué la luna de miel tenía que terminar, efectivamente? Él creía que seguían viviéndola, porque la amaba. Aún más. Cada segundo… más. Tan solo… mucho más.

**Fin**

Llegamos al final de esta hermosa historia y una vez más , gracias a nuestra querida Gaby por compartirla con nosotros.

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