viernes, 25 de agosto de 2017

Salvar a Albus 3°









Después de comprar la ropa , arrastro a Albus a comprar nuestros útiles escolares y los libros que nos han encargado para el primer semestre.
-¿Y no vas a comprarte ropa para ti?- pregunta curioso
-Tengo suficiente ropa – digo sin querer ahondar en aquel pensamiento.
-Creí que las chicas nunca tenían suficiente ropa.
-Nunca he sido como las demás.
-Es cierto, mutante, nunca has sido como las demás – dice Albus con una sonrisa y siento que es un cumplido, así que no lo golpeo.
Nos entretenemos eligiendo  cuadernillos, lapiceras y cosas varias, luego al ir a la librería, tomo a Albus del brazo y lo detengo en la puerta.
-Sólo los libros de estudio que necesitamos, nada extra- le advierto.

-Lo mismo  va para ti – me dice.
-¡Estamos condenados! – exclamo sabiendo que ninguno de los dos tiene mucho sentido común cuando se trata de libros que queremos, nos salva que llevamos poco dinero y que estoy decidida a que la vida de Albus  sea mucho más rica  que una habitación llena de libros.
-Así sea- dice él y me empuja dentro.
Logramos comportarnos y compramos los libros escolares  y sólo un libro “que no estaba en los planes” cada uno. Yo elegí un libro de poemas de e.e. cummings, escuché poemas suyos en unas películas que me gustaron y siempre me dio curiosidad, sobre todo uno que dice “llevo tu corazón en mi corazón”, me parece precioso más allá de la ironía de que justamente ese órgano y yo estemos en mala sintonía.
Albus eligió uno de terror.
-Me lo recomendaron los chicos – dice y yo elevo una ceja.
-¿De verdad no tienes amigos reales? Necesitas algunos con urgencia.
-¡Oye! Son reales, que sean amigos  por internet no los hace menos reales y compartimos muchas cosas. Bienvenida a la nueva era, las redes sociales y la tecnología te ponen en contacto con gente que comparte tus intereses y te ahorra la innecesaria interacción social para dar con alguien que te cae bien, sin tener que soportar mil personas que detestas.
-Necesitas algo más real, amigos con quienes salir, jugar a algo que no sea juegos on line, ir a comer…cosas así.
-Te tengo a ti para eso- responde convencido.
-No soy un chico.
-Para las cosas de “chicos” los tengo a ellos. Están a un click cuando los necesito – responde sin ver el problema de que sus amigos sean de grupos en internet. Esto va a ser mucho más difícil de lo          que pensaba y no puedo evitar sentirme culpable, es probable que mi amistad lo haya alejado de otras personas.
-Tampoco veo a tus hordas de amigas – dice de pronto.
-Es que no hay nadie como tú,  sabes distinguir el azul del turquesa, puedes cenar helado y ver películas melodramáticas, te he escuchado cantando canciones de Kate Perry y eres bastante discreto, en resumen, eres  una amiga perfecta.- digo para molestarlo, y antes de que reaccione veo un brillo extraño en su mirada, como si estuviera a punto de contestar algo que inmediatamente descarta.
-Admítelo, eres demasiado extraña para que alguien más te soporte – responde finalmente.
-Pero este año eso va a cambiar.
-¿Vas a dejar de ser extraña?
- No, pero voy a ser más amistosa, voy a hacer nuevas amigas, conseguir un novio y todo eso.- digo absolutamente convencida. Albus frena de golpe y pone su mano sobre mi frente.
-¿Te sientes bien? ¿Un novio? El año que viene nos iremos a la universidad, ¿de verdad quieres un novio?- me pregunta incrédulo.
-Sí, es el último año, quiero hacer todo – declaro estoicamente, en realidad sólo trato de entusiasmarlo, de que me siga en mis planes como siempre lo ha hecho. Y si tengo que conseguirme un novio para que Albus consiga una novia, lo haré, después de todo no sería mala idea experimentar el romance adolescente. De hecho eso debió haber estado  al principio de mi lista Bucket, en lugar de ocuparme de mi amigo y su vida social.
-¿Un novio? – insiste Albus.
-¿Qué no puedo tener uno?
-Suena raro como lo dices. No estamos hablando de una cartera nueva o una hamburguesa, ¿sabes?
- Y tú necesitas una novia.
-Prefiero una pizza – dice él y no puedo evitarlo, le doy un golpecito en el brazo. Simplemente es imposible, si no estuviera enferma, este chico acabaría conmigo. Si logro que consiga novia, Cupido tendrá que pasarme su cetro, o arco, o lo que sea.
Vagabundeamos un rato más y le pido que regresemos, lo cierto es que me canso fácil , pero no le digo eso.
De camino a casa, nos sentamos juntos en el autobús,  Albus me pasa uno de sus auriculares para hacerme escuchar un tema  musical que le gustó. La canción tiene una melodía dulce y tranquila, sin darme cuenta apoyo la cabeza sobre el hombro de él, y vuelvo a poner la canción, como si deseara detener el momento.



Cuando regreso a casa, me encuentro con dos personas esperándome para saber cómo me fue, mi hermano y mi madre.
Como dije tengo un hermanito, llegó a interrumpir mi reinado de hija única cuando tenía diez años, no me gustó nada al principio, pero luego les dije a mis padres que podíamos quedárnoslo, creo que fue una buena idea. Tiene siete años y se llama Leo, Leonardo en realidad. Es muy extrovertido, enérgico e inteligente, sí, estoy orgullosa de él, al menos la mayoría de las veces. Debo decir que no sabe de mi enfermedad, cuando me dio “la crisis” y me internaron, mis padres lo enviaron con mis abuelos, por suerte lo tuvieron tan entretenido llevándolo de aquí para allá y con diversas actividades que no tuvo tiempo de sospechar. Y cuando regresamos a casa y me vio rara, concluyó que  era normal  pues yo estaba en plena adolescencia. Parece ser que investigó en internet mis síntomas: la apatía, los cambios de humor, mis silencios, el corte de pelo y descubrió que eran características de la adolescencia. Cuando me lo dijo tan serio, estuve tentada de reírme pero no lo hice porque me conmovió su preocupación por mí. Por primera vez agradecí a internet y su poco conocimiento del alma humana, y que mis síntomas fueran explicados de una forma tan normal.  No estaba muriendo sino que atravesando la adolescencia, me gusta mucho más esa explicación. Así que mi relación con leo siguió como siempre, a veces compinches y a veces enemigos, pero estoy muy agradecida de tenerlo, y de que mis padres lo tengan. Aunque supongo que voy a dejarle la vida un poco desordenada cuando me vaya. Trato de no pensar en eso, y en cambio, agradezco su inocencia, su entusiasmo infantil y que me trate como siempre.
Ahora mismo estaba esperando para preguntar si fui a la tienda de cómics con Albus, le respondo que no y antes que tenga tiempo de desilusionarse, prometo llevarlo el fin de semana. Me temo que mi pobre hermano ha sido corrompido por mi amigo en cuanto a sus gustos de lectura.
-¿Lo pasaron bien? – interrumpe mamá y  asiento.
Es difícil hablar con ella, puedo ver su desesperación cada vez que me mira, quisiera decirle que no se preocupe, que no esté asustada, pero no me sale.
La entiendo, me pasaría lo mismo si la situación fuera al revés. Sé que si pudiera me arrastraría al quirófano para que me hagan la cirugía, sé que haría lo que fuera necesario para salvarme , comprendo su desesperación y , por ello, valoro que haya aceptado cumplir con mis deseos. Aún así es difícil.
-Sí, lo pasamos bien – respondo escuetamente y le sonrío, sé que es una sonrisa forzada, pero quiero darle algo de tranquilidad.
-¿Quieres comer algo?- pregunta ansiosa.
-No, voy a descansar un rato. – digo y subo a mi habitación. Me pongo a escuchar canciones de Kate Perry mientras planifico mis siguientes pasos en mi plan con Albus. Mañana tocará un día difícil, mi próximo objetivo es su cabello  y eso será una batalla épica, una que pienso ganar.

A la mañana siguiente no estoy tan segura de mi misma.
-No – dice Albus firmemente cuando lo hablo de un corte de cabello y tiene los brazos cruzados sobre el pecho. Su tono de voz y su mirada transmiten  que es un no rotundo, innegociable, tal como cuando su madre intentó vestirlo de Harry Potter para el último Hallowen o cuando  intenté convencerlo que la nueva saga de Stars Wars era mejor a la original porque su protagonista es una mujer.
-Necesitas un corte de cabello.- insisto y toco el mechón que cubre su cara
-Que tú hayas decidido podarte no significa que yo deba hacerlo, todo tiene un límite – me dice.
-Dijiste que no se veía mal- protesto.
-Mentí.
-¡Albus!
-Ya discutimos esto, deja mi pelo en paz, Rony, no te ha hecho nada.
-Pareces un cocker spaniel, dentro de poco esa cortina que llevas en la frente no te dejará ver.
-A veces, eso es una ventaja- dice convencido y suelto un gruñido. Me  hace sentir frustrada.
-Di que sí y te concederé un deseo, lo que tú quieras- digo casi al borde de la desesperación, no puede ser que un poco de cabello acabe con mi plan magistral.
-¿Lo que quiera? – pregunta
-Lo que quieras – confirmo y su mirada se enfoca interesada, puedo ver los engranajes de su cerebro  funcionando, no sé qué loca idea va a ocurrírsele, pero estoy dispuesta a hacer lo que él quiera. Una ventaja de estar sentenciada es que el ridículo deja de importarte, o sea puedo morir en cualquier momento si para salirme con la mía debo cacarear como una gallina en medio del salón de clases no me importa. Aunque Albus jamás pediría algo así, lo malo es que puede ser algo mucho más absurdo, tiene demasiada imaginación.
-Trato hecho – dice y extiende su mano para sellar el pacto.
-¿Y qué vas a pedir a cambio?
-No ahora, Rony. Es mi deseo, lo usaré cuando yo quiera, esa es mi condición- dice sonriendo.
-Está bien- concedo magnánima, quizás y hasta me salve de hacer lo que pida- A la tarde vendré por ti, vamos a deshacernos de ese nido- digo  señalando su cabello y sonrió triunfalmente.
Al dirigirnos a la peluquería que elegí, Albus va callado y pálido, cualquiera diría que lo llevan al matadero.
Entramos  y cuando le indican que se siente parece a punto de salir huyendo.
-Cobarde – le susurro.
-Pequeña sangre sucia – me insulta con el famoso agravio de Harry  Potter, sólo usamos ese epíteto en situaciones límites.
-Muggle cobarde, no haces honor a tu nombre – le contesto y en ese momento el estilista se acerca.
-¿Qué estilo te gustaría? – pregunta y antes que él responda, lo hago yo.
-Rapado, con un copete, ya sabe el clásico mohawk- sugiero y cuando Albus se gira hacia mí espantado, le saco una foto con mi teléfono celular.- Voy a enmarcar esta foto, tu expresión no tiene precio – digo y me río mientras él comprende que es una broma.
-¿Entonces? – insiste el estilista.
-Sólo corto, clásico, pero a la moda.- intento explicar y el hombre me mira sacudiendo la cabeza como si yo acabara de decir una tontería.
- Nada exótico – acota Albus y antes que alguno agregue más, el estilista empieza a cortar. Extrañamente me angustio cuando  veo caer los mechones, así que me retiro y espero sentada. Me distraigo leyendo una historia en mi celular, está tan interesante que me ausento totalmente hasta que alguien me toca el hombro. Pestañeo un par de veces ante el muchacho que tengo adelante.
 -¿Y? ¿Cómo me veo? –pregunta Albus ansioso y se pasa la mano pro el cabello, está corto pero no demasiado y mantiene un poco más largo un mechón sobre su frente. Es exactamente lo que había imaginado, y más, tiene un aire atrevido, sexy.

-¿No pueden volver a pegarlo, verdad? – pregunto bromeando.
-¡Rony!
-Te queda bien, Albus. Muy bien- confieso sonriendo y él me sonríe de vuelta.
Me siento feliz, es algo tan pequeño, casi frívolo, pero me hace feliz. Después de todo ,la felicidad no es más que eso, un pequeño momento en que las piezas encajan como si fuera un rompecabezas resuelto, una imagen que al fin está completa y que podemos disfrutar sin pensar en nada más.

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