viernes, 21 de julio de 2017

Misión: Salvar a Albus 2



Estoy esperando a Albus y me pongo nerviosa, por la espera y por la ansiedad de comenzar con mi plan. Mientras lo veo venir hacia mí, voy tomando nota mental de los cambios que necesita. Primero tengo que deshacerme de esa sudadera con capucha, realmente parece un mendigo con ella, y ¿cómo puede usar capucha en verano? Los jeans simplemente son impresentables, de verdad necesita dejar de gastarse todo el dinero que le dan en  cómics. Estoy segura que tiene alguna primera edición de algo en lugar de nueva ropa para el año escolar. Ese chico necesita reacomodar sus prioridades.
-¿Demoré mucho?
-Tanto como una damisela yendo a una cita – respondo y me levanto, hace un rato que espero sentada en el escalón de la entrada de casa, o quizás  ahora siento distinto el paso del tiempo.
-Te estás volviendo una vieja gruñona. Faltan más de quince minutos para que pase el autobús.- se excusa y me agarra de la mano para arrastrarme con él.

-¿Qué primera edición compraste? – pregunto para quitarme la curiosidad
- Una de X-Men.- responde orgulloso.
-¿Te queda algo del dinero de tus gastos?
-Si- dice dándole unas palmaditas a su mochila por lo que deduzco que lo lleva consigo, seguro piensa terminar de gastarlo comprando algún videojuego nuevo o algo más para su colección.
El autobús llega a tiempo y no alcanzo a decirle lo que pienso de su forma de gastar el dinero.
Una vez que nos sentamos le arrebato la mochila, hurgo en ella y le quito la billetera.
-¡Oyeeee! ¿Qué haces?
-Lo confisco. Voy a asegurarme de que lo gastes en lo que debes.
-Ya me parecía rara la invitación, ¿es alguna clase de complot con mi madre?
-No.
-Rony, devuélveme mi billetera.
-No- digo y hago algo totalmente inesperado y provocativo, la guardo en mi escote. No hay manera de que él se anime a quitármela
-¡Oyeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee!
-Ropa, Albus. Vamos a comprarte ropa decente – sentencio y me mira enfurruñado como un niño.
-El verano te sobrecalentó las neuronas, Rony. – finaliza y no vuelve a hablarme hasta que llegamos al centro de la ciudad y bajamos. Se pone los auriculares y camina detrás de mí a  un metro de distancia. Ya me empieza a enfadar.
Me giro y me detengo con lo que Albus se choca conmigo. Me pongo en puntas de pie y le saco los auriculares.
-Deja de ser infantil.
-¿Quién eres tú y qué hiciste con mi mejor amiga?
-Soy un alien que viene del futuro, me he apoderado de su cuerpo con la misión de invadir el mundo, y voy a iniciar la subyugación de la raza humana comprándote  ropa que esté a la moda y no se vea como si hubiese sido de un sobreviviente de una invasión zombie- suelto de una vez y lo veo sonreír. Basta nombrar aliens y zombies en una oración y su enojo se evapora. Es tan previsible.
-Vamos por helado – dice Albus tomando mi mano y señalando una heladería que está a unos metros. Pienso en negarme, ya saben la dieta médica no incluye helados, pero luego  lo pienso mejor y asiento con un ligero movimiento de cabeza. Después de todo hay pocas cosas por las que vale la pena arriesgar la vida, y el helado es una de ellas. Soy una adolescente después de todo, no me pidan grandes gestos heroicos, sería capaz de dar mi vida por un helado de chocolate, o por cualquiera de las personas que amo. De hecho, cuando estuve más desesperada, hundida en la autocompasión, pensé que  si se tratara  de morir en lugar de cualquiera de mis seres queridos, lo haría gustosa. Y esa idea, extrañamente, me dio confort. Es sorprendente como el cerebro humano busca salidas , absurdas, pero salidas al fin, que nos permiten seguir respirando cuando creemos que ya no podemos ni dar un paso más. Así que en mi cabeza, cuando me angustio demasiado, pienso que es mejor morir yo en lugar de mi madre, mi padre, mi hermanito  SÍ TENGO UN HERMANITO MENOR, o Albus. Y creo que soy egoísta, yo no podría soportar perderlos, aunque de esta forma también los perderé.
-Pagas tú- dice mi amigo y me saca de mis reflexiones lúgubres.
-¿Qué?
-Los helados, pagas tú. Yo no tengo dinero, ¿recuerdas? Y por tu bien espero que tengas tu propia billetera , porque sería todo un espectáculo verte sacar la mía de tu escote para pagar- dice divertido.
-Sigue soñando, niño, tengo dinero y voy a pagarte el helado.
Una vez que compramos los helados nos sentamos en unos bancos   en el exterior, están debajo de unos árboles que dan una agradable sombra. Ambos nos concentramos en comer así que guardamos silencio por un rato, igualmente nuestra amistad no necesita cháchara innecesaria, soporta que nos quedemos callados un rato.
Me quedó mirando cómo juega la luz del sol entre las hojas, es fascinante. Últimamente me detengo mucho a observar esas pequeñas cosas, no es que antes no me importara, pero no me conmovían como ahora. No quiero ponerme toda filosófica, pero hay tanta belleza alrededor en  cosas y situaciones que nos parecen cotidianas, a veces me extraña que la gente no sea consciente  de ello. Cuando vuelvo a la realidad, mi helado ya se ha terminado y Albus me está mirando. Quiero preguntarle en qué piensa, pero no lo hago, en cambio, le sonrío.
-Listo, ahora vamos a comprarte ropa decente.
-¿No quieres otro? – pregunta intentando distraerme.
-Nop, vámonos- digo y lo tomo  de la mano para arrástralo. Es un gesto inútil, no podría hacerlo moverlo si él no quisiera, pero aún así, él se levanta y me sigue.
Entramos a una tienda y selecciono un par de prendas para que se pruebe.
-¿Vamos a jugar a Mujer Bonita? Porque creo que estamos con los roles equivocados- dice haciéndose el listo. Hemos visto esa película muchas veces, o sea lo he obligado a verla conmigo y siempre suspiro en la escena de la tienda.
-No pienso gastar una cantidad obscena de dinero en ti, solo quiero asegurarme que uses sabiamente el dinero de tus padres y evitar que vaya a llenar los bolsillos de Marvel y DC.
-Ellos merecen todo mi dinero.- discute frunciendo el ceño.
-Ve a probarte esto, Niño Bonito – digo y le echo la ropa en los brazos. Un rato después Albus empieza a desfilar para mí, hay prendas que estoy segura de no haber seleccionado. Una estrambótica campera de cuero,  un sweater de hilo ridículamente grande y una camisa con flores. No sé en qué momento los agarró, pero me hace reír cuando sale haciendo poses extrañas.
Esa es la magia de nuestra amistad, podemos pelearnos de la nada o podemos largarnos a reír en las situaciones menos pensadas.
“Voy a extrañarlo” pienso y por suerte Albus se pone una camisa fucsia lo que me hace volver a concentrarme en su vestuario.
Finalmente  logramos acordar y compramos un jean nuevo, uno que no parece haber pasado por las batallas virtuales que tiene en los videojuegos, también un par de camisas, una de cuadros azules y una  negra, un par de camisetas lisas, sin superhéroes ni frases  para intelectuales . Y una sudadera negra con capucha , tiene un pequeño símbolo  que no reconozco y estoy segura que Albus me tendió alguna clase de trampa, debe ser una referencia a algo que probablemente sólo él y diez locos más conocen, está feliz con esa prenda y eso es sospechoso, pero como es bastante discreta, dejo que su lado friki disfrute.  El pobre iluso cree que me ha engañado, pero no es algo que sepa hacer. Yo, en cambio, soy muy buena en eso.

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